AINHOA

 

Aún no lo he digerido, mi Ainhoa va a ser madre. Madre. 

La verdad, se me saltan las lágrimas de pensarlo, porque todavía es la pequeñaja que venía a mi casa los fines de semana, que no quería comer y yo la obligaba,que sólo le gustaban los  frankfuts y los bocadillos de lomo, ¡ah! y las lentejas de su abuela Teresa. Que quería disfrazarse de princesa y jugar a ser niña.

Aún tengo presente la primera vez que la ví, acababa de regresar de un largo viaje y lo primero que hice fue  ir a conocerle, la estreché entre mis brazos y me emocioné. Fue un reencuentro con mi niña, con la niña que fui un día tan y tan lejano, que ya ni me acuerdo.

Era la primera sobrina, después de cuatro niños (¿cuatro?, joer, no que son seis)  de mis hermanos mayores, la primera niña, la primera nieta de mi madre y mi padre y todos estabamos deseando su llegada. Fue un 3 de agosto de mil novecientos ochenta y .... ¡uf! cuanto tiempo hace. 

El Tiempo. Es tan cobarde y tan cruel que pasa rápido para hacernos la puñeta. Así de tapadillo, sin que nos demos cuenta.

Ainhoa hoy en día ya es una mujer echa y derecha, como decían los de antes. Cuida de su madre, estudia, intenta buscar trabajo y va a ser madre.

Estoy contenta por ella, muy contenta porque se que será la mejor madre del mundo, pero maldigo a la vida por todo el tiempo que nos ha robado en fotos amarillas y en vídeos VHS. 

Que seas muy feliz, mi niña. Sé que lo vas a conseguir, vas a conseguir todo lo que te propongas porque eres como aquellas mujeres que corren con los lobos. Valiente, audaz, generosa, fuerte... y por siempre la niña que tuve entre mis brazos hace tantos años.

Te quiero. Os quiero. Eso, por mucho que pase el tiempo o que nos cambie nunca, nunca va a cambiar.

Que nada ni nadie te cambie a ti.