Hoy se cumplen diez años.
Aquel día, llevé a mi hija al colegio antes de las nueve y en la radio se escuchaba que había habido un atentado en Madrid, y que de momento se hablaba de algunos muertos. Las noticias eran confusas. Nadie sabía lo que había pasado. Yo sabía que mi hermana cogía aquel tren algunos días para ir a trabajar. Por lo que llamé a su casa en cuanto volví. Ellos estaban bien. Tampoco sabían nada de lo que había pasado.
Han pasado diez años y contínuamos sin saber nada. Bueno, sin saber la verdad. Desde buen principio todos supimos que no había sido ETA, a pesar de que los que gobernaban llevan diez años diciendo que sí.
Es posible que la gente no mire todas las noticias, ni escuche todas las radios, ni mire todas las televisiones. Pero la gente no es tonta, y cuando sospecha que la están engañando reacciona. Sobre todo cuando hay muertos de por medio (198 personas que se fueron aquel día).
Que no se crean esos que están sentados en sus poltronas que van a engañar por siempre, que no se crean que no les va a llegar el día de dar explicaciones ( y no precisamente ante el dios que han creado), que no se piensen que vamos a olvidar nuestros muertos, ni estos ni los anteriores. Los muertos somos todos nosotros, cada uno de ellos se lleva un trocito de nosotros. De nosotros, no de vosotros.
Hoy no es día de políticos, ni de reyes, ni de monstruos que van a misa y se confiesan, que se ríen y se creen eternos. Hoy no se merecen nuestra atención.
Con el tiempo, aprenderemos que ni hoy ni nunca.
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