MI PADRE - FRAGMENTO DE LA NOVELA TATUAJE




Mi padre era silencio a veces aunque también era la persona más activa que he conocido en toda mi vida. Eso sí, sin que demasiada gente se enterase. Sin excesiva propaganda.  Siempre estaba haciendo algo, lo que fuese. Su vida era tener todo el tiempo ocupado y no pensar. Es lo que dicen que deberíamos hacer todos para no advertir como pasan los días. 

Le veía muy poco, a mi padre quiero decir. Apenas el domingo por la mañana, el día de fiesta por excelencia. Y no porque en nuestra casa profesáramos ninguna religión en particular, sólo puedo decir que mi madre y mi abuela y mi bisabuela y así hasta dónde se podía recordar rezaban a todos los santos antes de dormir pero ni íbamos a misa los domingos ni pisábamos la iglesia nunca, excepto para cumplir con el rito impuesto del bautizo y la comunión.

El domingo por la mañana mi padre llamaba a uno de mis hermanos desde la cama y le daba dinero para que fuese a comprar una caja grandota de galletas de coco y nata. Y todos nos íbamos a su habitación a disfrutar del regalo de tener un padre. Lo de menos eran las galletas, aunque hay que decir que no las comíamos cada día. Sólo los domingos. Él no gastaba nunca de más en nada, ahorraba hasta la última peseta que ganaba así que aquel dinero estaba bien invertido para él. Y para nosotros ese día era especial. Todos juntos, encima de su cama, riendo y comiendo un desayuno de reyes. Dejando la cama llena de migajas y hablando sin tapujos entre bocado y bocado. 


Los lunes, se marchaba y le perdíamos de nuevo. Hasta el siguiente domingo por la mañana. Siempre estaba trabajando, en lo que fuese y cuando no había trabajo se iba a buscar caracoles, espárragos, almendras, cerezas, albaricoques, nueces, setas…

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