TRAS UN INVIERNO TAN LARGO


Muchos de los que me conocen sabe que soy excesivamente crítica con todo lo que me rodea, incluso me han achacado el no saber que entre el blanco y el negro hay matices. Y soy consciente de que es así, que tenemos una gama de colores que es capaz de llenar un cielo tras una tormenta. Pero hay días que es difícil distinguir hasta el azul del cielo.

Bien, con el tiempo he aprendido a callarme muchas cosas, sobre todo de la gente que me cae mal. He aprendido a sonreír cuando mandaría a alguien a la mierda, pero también me he dado cuenta que cada vez me cuesta más reír porque sí. Hay que aceptar que el mundo no es lo que nosotros queremos que sea, y punto.

Sin embargo... y sin embargo, me es difícil entender al mundo y a la gente. Conforme me voy haciendo mayor me parece más absurdo lo que me rodea, más esperpéntico, como una vieja obra de Valle-Inclán. Veo a las personas que me rodean como animales o cosas, y sus caracteres me recuerdan que son patéticos.

Las situaciones que la vida me plantea me desbordan, o quizás es que no tengo ganas de afrontarlas. Me da una enorme pereza. Aunque esto hace que me sienta fracasada, y este fracaso solo viene acompañado de mi propia desilusión. Nada en el mundo es como yo quiero que sea, es como es, y punto.

Mientras tanto yo espero, sin saber a quién.

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