Enfrentarse al primer día de Universidad es como un reto. ¿Qué cara tendré allí sentada entre chicos y chicas de la edad de mi hijo?
Un chico se me acercó y entablamos una conversación. Esperábamos a que viniese el profesor de Historia Antigua, y los dos parecíamos perdidos. Bueno, enseguida me enteré que él había cambiado de carrera, de periodismo se había pasado a Humanidades. No recuerdo bien de qué más cosas hablamos, pero poco a poco iba llegando gente ante la clase y todos nos mirábamos con esa mirada de ¿qué coño estoy haciendo aquí?
por eso estoy nerviosa, muy nerviosa, y tengo miedo de no poder seguir , de que no tenga la suficiente entereza para asimilar todo lo que escuche; tampoco debo hacerme ilusiones, mi enfermedad a veces puede más que yo, pero tengo el deseo, el gran deseo de que a través de este mundo nuevo que se me abre, mi mente pueda abrirse también, dejar los miedos y las angustias, los fracasos y las disputas, los “tú no puedes” por el “voy a hacer lo que pueda”. Siento que en mi cabeza hay miles de conceptos que revolotean y algo en mi quiere hacer un hilo conductor entre ellos, quizás no lo logre, quizás haya pasado mi tren, quizás… tengo miedo, miedo a no poder estar a la altura, miedo a caer en la batalla.
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