Cuando era chiquita, la navidad era NAVIDAD, el día que mi madre mataba un pollo o un conejo y nos juntábamos todos los vecinos del barrio, compartíamos lo poco que teníamos y cantábamos y reíamos sin parar. Era la NAVIDAD que podíamos hacer, pero era la más entrañable, nadie tenía más que nadie, nos poníamos la ropa que heredabamos de nuestros hermanos mayores, o con un poco de suerte mi madre había conseguido alguna tela o alguna lana para hacernos un vestido o un jersei. Mi padre, al que veía poco, se volvía de golpe un padre contento y hablaba algo más de lo que acostumbraba. Mis hermanos mayores y yo, campábamos a nuestras anchas por las calles sin asfaltar; una vez recuerdo que nevó. Pero quizás ese día no fue el de NAVIDAD y mi recuerdo lo asocia por la añoranza que provoca. Mi infancia fue la más feliz de todas las infancias, y siempre, para mí, era NAVIDAD.
Mi mejor recuerdo de la Navidad, y de las fiestas navideñas en general, también es feliz... y humilde, y casi pobre. Recuerdo la familia -la mitad se ha ya quedado por el camino-; recuerdo la comida hecha por mi madre; recuerdo que era la época en que mi hermano "volvía a casa por Navidad"; recuerdo las películas "amables" y "navideñas" que ponían en la tele (nada de tiros, nada de sexo... todo buenos sentimientos, y música de cine); recuerdo estar haciendo confeti con una taladradora para la Noche Vieja; recuerdo poner coñac y anís para los Reyes, y acostarme pronto... para que mis padres pusieran los regalos (bastantes regalos, pero todos baratos... muy baratos). Recuerdo que era feliz en Navidad...
ResponderEliminarPero me las apaño como puedo para seguirlo siendo...
Lo peor de todo esto, es que no sé si mis hijos consederarán la NAVIDAD como yo la veo desde la lejanía. Ellos recordarán anuncios y anuncios por la tele, bombardeos de publicidad y el "compra""compra" como lema. ¡Qué triste caer en esa escala de ocnsumismo en la que nunca estás conforme con lo mucho que tienes.
ResponderEliminarUn beso
CHARO